martes, 10 de marzo de 2009

Fear


Entró asustadiza. Con la cabeza baja. Me recordó a su hermano. La misma actitud, la misma mirada. En ningún momento pronunció alguna palabra. Solo asentía con la cabeza. Supongo que se sentía acobardada por el resto de los niños. A medida que ellos la miraban, ella se iba haciendo más y más pequeña. Pensarían ellos, qué niña más callada. Empezé a leer el texto, corto en la clase de hoy, traduciendolo despacio. Después le pedí que empezase a leer. Negó con la cabeza. Y esos ojos brillaban. ¿No quieres leer? ¿Ni un poquito? No te preocupes, lee sin miedo. Volvió a negar con su cabeza. En silencio, me pedía que parase de insistir. Y esa mirada de nuevo. Parecía que iba a romper a llorar en cualquier momento. Los demás la miraban, asombrados. Qué suerte, dijo uno. Seguí con la lectura, olvidando lo que pasó. Después intenté hacer lo que resultó ser una buena terapia de grupo. Los niños contaron sus experiencias cuando no sabían leer, cuando tenían verguenza. Contaban que nadie era perfecto. Fue increíble ver la solidaridad de esos bichos tan pequeños y tan rebeldes, cuando se ponían en la piel de la niña. Moralmente, se sintió arropada. Al principio respondía con pocas palabras, y en español. Hablamos de su país, Argentina. Se sintió aún más en casa. Acabó hablando en inglés. Poco sí, pero dio el paso. Al final de la clase, se reía como los demás, participaba como los demás. Con esa mirada tímida sí, pero se sintió bien.

Nos contó que le encantaban las tortugas.



Foto: Google images